En décimo grado obtuvo el primer puesto en el concurso de canto del colegio con la canción “Tengo ganas”, de Andrés Cepeda, y consiguió el papel principal para la acostumbrada obra de teatro de diciembre. A los 15 años compuso el reguetón “No quiero” con su compañero de clase Juan José Arias; y para su cumpleaños número 16, Juan Parra, su tío, le obsequió la oportunidad de grabar el tema en un estudio profesional.
Juan Luis Londoño no buscaba una carrera en la música. Ni siquiera la esperaba. Sin embargo, sorprendió a un grupo de productores que terminaron por ofrecerle grabar un disco, no sin antes advertirle que necesitaba un nombre más sonoro, fácil de recordar y bien recibido en el círculo del género urbano.
Maluma no nació con vena de artista. Su talento para la música tampoco era extraordinario. De hecho, en casa de los Londoño Arias pensaban que “el niño” sería futbolista, y que las canciones que de vez en cuando entonaba en reuniones familiares y en el colegio venían por añadidura en un joven espontáneo e inquieto.
Antes de ser Maluma, la única certeza de Juan Luis respecto a su destino era que quería “hacer historia”, “ser grande”, evoca él mismo mientras intenta explicar cómo un joven de Medellín, con vocación de deportista o de negociante, pudo alcanzar la gloria musical siendo un adolescente.
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